Ahora que ha vuelto a irrumpir como quarterback emergente en Cincinnati, surgió, en medio de un intercambio informal con otros periodistas a través de un chat de WhatsApp, un apasionante debate en torno a si Joe Flacco podía ser considerado un futuro miembro del Salón de la Fama.
Mi rol, como casi siempre, se limitó a llamar a la mesura a los dos polos. Ni se sienta en la misma mesa que Nick Foles como héroes espontáneos e inconsistentes de una sola postemporada mágica. Ni, bajo mi punto de vista, comparte territorio con gente como Eli Manning o Ben Roethlisberger (ambos dos veces ganadores del Super Bowl), que es más o menos el techo asequible al que podría aspirar por nivel. Esto último pensando que Aaron Rodgers, Peyton Manning, Tom Brady o Drew Brees, por tirar nombres parcialmente contemporáneos, son inalcanzables para él y para el resto de mortales. Ni tampoco, creo, está en una posición similar a la del Philip Rivers, quizá el mejor quarterback que jamás jugó un Super Bowl, y Matt Ryan, cuyo memorable colapso ante los Patriots en el juego por el título de 2016 le restó lustre a una hoja de servicio que incluyó un MVP de temporada regular.
A mí, estadísticas aparte (Flacco ocupa el lugar 14 histórico en yardas por aire, con 47,063), siempre me ha parecido más relevante hablar de impacto cultural con miras a la inmortalidad. En ese sentido, mi unidad de medida se sustenta en tres aspectos fundamentales: ¿Joe Flacco sirve para entender la evolución de la NFL en el siglo XXI? ¿Joe Flacco provocó un cambio de paradigma en términos de cómo se defendía y se atacaba en la NFL? Y la última y más importante: ¿Se puede explicar la NFL de 2010 a 2025 sin Joe Flacco?

Steve Wilks, hoy coordinador defensivo de los Jets, el próximo rival de los Bengals, no dudó en considerar a Flacco como un legítimo miembro del Salón de la Fama: "Eventualmente puedes ponerlo en Canton", dijo.
Para añadirle capas a la aseveración de Wilks, procedo a parafrasear de memoria, con el riesgo de subvertir la mística original, una frase atribuida a Catanovski, héroe trágico del submundo tuitero y otrora colaborador de este espacio: "Flacco, con ese culo de oficinista a sus 30 y largos, es mejor interpretando la posición de quarterback que cualquier prospecto que haya llegado a la liga en los últimos años".
Cuando lo cuestionaron respecto a qué tan cómodo se sentía operando el sistema ofensivo de los Bengals, el propio Flacco explicaba que estaba tratando de aplicar el mismo método que ha aplicado a lo largo de su carrera de casi dos décadas en la liga: "ejecutar a un nivel básico para ir evolucionando a partir de eso".
De modo que, si me lo preguntan, la candidatura de Joe Flacco al Salón de la Fama no tiene tanto que ver con el glamour y las credenciales de una estrella rutilante, sino en haberse distinguido como un profesional diligente en un trabajo particularmente inestable y tendente al caos.





